Qué comen los vermes de seda: guía estacional de la morera y su cuidado

Criar gusanos de seda parece sencillo hasta el primer imprevisto: hojas de morera que se marchitan antes de tiempo, un frente frío que retrasa los brotes, o una tanda de larvas que se niega a comer porque la especie de morera no les sienta bien. La alimentación de Bombyx mori es más específica de lo que muchos recuerdan de su infancia. Quieren morera fresca, limpia y en la etapa adecuada, con cambios graduales cuando el clima, la variedad o el manejo obligan a variar. Esta guía recoge lo que funciona en la práctica, temporada a temporada, con criterio de criador y respeto por el ciclo natural de la planta.

Un insecto domesticado que come casi una sola cosa

La información sobre gusanos de seda es amplia, pero hay un punto que no cambia: qué comen los gusanos de seda. La respuesta corta es morera. La larga añade matices. En estado doméstico, Bombyx mori ha perdido gran parte de su versatilidad alimentaria y depende de hojas de morera, preferentemente Morus alba, por su perfil de azúcares, baja fibra y compuestos secundarios más tolerables. Otras especies como Morus rubra y Morus nigra pueden servir, aunque a menudo se detectan diferencias en la velocidad de crecimiento, firmeza del capullo, y tasa de supervivencia, sobre todo en la primera y segunda edad larvaria.

Hay quien recuerda haber dado lechuga o papel de morera artificial. La lechuga puede sacar de un apuro durante uno o dos días si el suministro de morera falla, pero se traduce en heces acuosas y larvas que se debilitan si se prolonga. Los piensos comerciales deshidratados, basados en harina de morera, son una solución real cuando se manejan con higiene, proporción de agua precisa y temperatura estable. No producen el mismo vigor que la hoja tierna cortada el mismo día, pero permiten planificar.

La historia de los gusanos de seda y su domesticación explica esta dependencia. Durante milenios en China, Corea, Japón y posteriormente en la península ibérica e Italia, comunidades enteras seleccionaron líneas más productivas a cambio de perder la capacidad de sobrevivir sin cuidado humano. El resultado fue un insecto con un menú corto y de alto rendimiento. Esa especialización, paradójicamente, es uno de los beneficios de los gusanos de seda como modelo escolar y productivo: simplifica la cría, reduce riesgos de depredación y permite predecir ciclos con bastante exactitud.

Estacionalidad de la morera: cuándo la hoja alimenta mejor

La morera no ofrece la misma calidad de hoja todo el año. En climas templados, la brotación fuerte de primavera marca el mejor arranque para la primera generación. Hacia finales de primavera y principios de verano, las hojas alcanzan un tamaño estable y un equilibrio entre proteína y fibra que favorece el engorde rápido. A mediados de verano, sobre todo con calor y poca agua, las hojas engrosan y lignifican. No matan a la larva, pero la obligan a invertir más tiempo en triturar, con digestión más lenta y excretas más secas. En otoño, si la morera rebota con lluvias, vuelve una ventana de buena calidad, aunque más corta y con hoja menos consistente.

La clave es sincronizar la eclosión con los primeros brotes tiernos. Si las puestas se incuban demasiado pronto, los neonatos nacerán sin alimento óptimo. Si se retrasan, toparán con hojas más duras y calores que aceleran el metabolismo, pero reducen el consumo neto por estrés. En latitudes medias de España, una guía conservadora sitúa las mejores eclosiones a partir de la segunda quincena de marzo en zonas costeras y desde primeros de abril en meseta, dependiendo de altitud y exposición. Si no se controla la incubación porque se adquieren huevos ya listos, conviene tener al menos dos fuentes de morera identificadas y en observación, no una sola.

En regiones subtropicales o con inviernos suaves, la morera puede mantenerse semiperennifolia. Las hojas en pleno invierno, no obstante, suelen ser pobres en nitrógeno. Si se pretende criar entre diciembre y febrero, el pienso de morera deshidratada bien preparado tiene más sentido que hoja fría de bajo valor.

Morus alba frente a otras moreras

Quien cría con poca experiencia suele decir que cualquier morera vale. Con el tiempo, se detectan diferencias que justifican elegir. Morus alba brota antes, ofrece hojas más finas en primavera y resiste mejor la poda intensiva. M. nigra es más tardía y con hoja más aromática, pero a menudo demasiado firme en verano para larvas en primeras edades. M. rubra se comporta entre medias, con hojas amplias que facilitan el corte en tiras para prealimento de neonatos, aunque acumula más pelos en el envés, algo que algunos criadores creen que reduce el apetito en instares iniciales.

No hay una prohibición taxativa contra nigra o rubra, y hay lotes que prosperan con ellas. Sin embargo, en pruebas caseras con tandas de 50 a 100 gusanos de seda larvas, suele verse una diferencia del 5 al 15 por ciento a favor de alba en tasa de supervivencia a la quinta edad cuando toda la cría se hace con la misma especie. En cambio, alternar alba en primeras edades y pasar a nigra en cuarta y quinta edad puede funcionar si la nigra está bien hidratada y se corta fina.

Cómo reconocer la hoja adecuada en cada edad

Los gusanos de seda pasan por cinco edades larvarias. En la primera y segunda, no mastican con fuerza y agradecen hoja muy tierna, recolectada por la mañana, con nervios aún finos. En tercera edad pueden aceptar hoja semimadura, pero se nota mejor crecimiento cuando la textura cede al doblarla entre los dedos sin partirse. En cuarta y quinta edad toleran hoja de mayor tamaño, aunque si la ola de calor aprieta, conviene volver a hoja más joven, incluso mezclada con brotes para mantener hidratación.

Una práctica que evita tropiezos consiste en ajustar el calibre del corte. En edades 1 y 2, tiras de 2 a 3 mm preven el desperdicio y permiten a la larva detectar el olor y masticar más superficie. En edad 3, tiras de 5 a 8 mm; en 4 y 5, hojas enteras si son tiernas o medias hojas si han engrosado. Cortar demasiado fino en edades altas reseca más rápido y abre la puerta a mohos si el ambiente está saturado.

Ritmo de corte y conservación sin perder calidad

La hoja fresca alimenta mejor el mismo día. Aun así, todos hemos tenido que cortar para dos días por trabajo o amenaza de lluvia. El método que menos castiga la hoja empieza en el árbol: corte con tijera limpia, eligiendo ramas que permitan rebrote, y traslado en bolsa transpirable. En casa, lavar con agua fría si hay polvo visible o polen abundante. Secar con centrifugado suave en centrifugadora de verduras o entre paños, sin frotar. El exceso de agua apaga el apetito y favorece hongos.

Para 24 a 36 horas de conservación, una caja plástica con tapa, base con paño gusanos de seda o papel ligeramente humedecido y hojas en capas finas funciona. Conviene abrir cada 12 horas para renovar aire, sobre todo si el ambiente es caluroso. El frigorífico puede usarse en estantes altos, dentro de bolsas perforadas, pero la hoja pierde aroma y se vuelve flácida pasadas 48 horas. Si se recurre a frío, atemperar 15 a 20 minutos antes de servir para evitar condensaciones sobre las larvas.

Agua, higiene y ese equilibrio difícil

El mayor enemigo de una crianza doméstica no es la falta de hoja, sino el exceso de humedad en la bandeja. Hojas mojadas, excretas acumuladas y ventilación pobre invitan a bacterias y hongos oportunistas. El objetivo práctico es una alimentación que mantenga el sustrato seco al tacto. Eso implica raciones medidas, no montañas de hoja. Si al cabo de dos horas la mayoría de las tiras siguen verdes, la ración fue generosa. Si a la media hora ya no queda nada, el lote pasa hambre y tenderá a migrar.

image

Entre edades, el “desmogue” o momento de muda requiere paciencia. En ese tiempo las larvas comen poco o nada. Forzar alimentación con hojas húmedas en plena muda empeora la higiene y no aporta crecimiento. Mejor limitarse a retirar restos, ventilar y reanudar la ración cuando todas las larvas muestran cabezas nuevas y apetito visible.

Transición al pienso de morera deshidratada

El pienso comercial bien formulado es una herramienta valiosa cuando la morera no acompaña o cuando se necesita uniformidad. Lo comparten laboratorios y escuelas: la incertidumbre de brote y clima no puede detener el calendario. Aun así, el salto directo de hoja fresca a pienso tiende a reducir consumo. Una transición gradual mejora la aceptación. Durante dos comidas, mezclar hoja finamente picada con una pasta de pienso preparada con agua medible, textura tipo plastilina blanda. En la tercera, aumentar la proporción de pienso. Si a las 24 horas no hay mordidas visibles en el pienso, retroceder un paso y usar hoja de olor intenso, a menudo brotes jóvenes, para atraer.

El preparado debe mantenerse limpio. La superficie del pienso expuesto se reseca y se vuelve menos atractiva. Es preferible ofrecer porciones pequeñas y renovar, que hacer una masa grande y dejarla todo el día. Las bandejas se limpian con cepillo seco entre comidas si se usa pienso; el agua debe reservarse para lavados al final del día y un secado completo antes de recolocar larvas. Un hábito que reduce problemas es asignar una bandeja por tanda de edad y no mezclar edades, porque la humedad y el ritmo de excreta varían.

Ajuste estacional del riego en el árbol y calidad de hoja

La morera responde de forma visible al manejo. Árboles con riegos regulares en verano producen hojas más grandes y delgadas, menos lignificadas. Sin embargo, un exceso de nitrógeno en abonado a finales de verano crea hojas muy tiernas que se degradan rápido y, paradójicamente, atraen más pulgón. En primavera, una cobertera de compost bien maduro alrededor del gotero y riegos moderados bastan. Hacia julio, en zonas secas, un riego profundo semanal sostiene la producción sin lavar nutrientes.

No es menor el momento del corte. Por la mañana, antes de sol fuerte, la hoja está más hidratada. Cortar en horas de calor extremo produce hoja que se mustia a los minutos, y eso reduce notablemente el consumo en larvas pequeñas. En días de viento con polen de olivo o gramíneas denso, un enjuague suave quita ese polvo que algunas tandas parecen rechazar.

Qué hacer cuando la morera se adelanta o se retrasa

Las primaveras irregulares traen dos escenarios incómodos. Si la morera brota tarde y los huevos ya eclosionaron, hay que contener daños. La primera opción, si se dispone, es alternar brotes de otra morera cercana, incluso de especie distinta, mientras se raciona. La segunda, activar pienso. La tercera, en casos extremos, usar lechuga romana crujiente durante 24 a 48 horas, renovando a menudo y ventilando mucho. No hace crecer, pero mantiene hidratadas a las larvas hasta conseguir morera aceptable.

El problema inverso aparece cuando el árbol brota temprano y las larvas aún duermen. Si se guardan huevos, no hay que dejarse llevar por la ansiedad. La incubación depende de temperatura estable, no de lo que haga el árbol. Mejor esperar a una ventana de diez días con mínimas por encima de 12 a 14 grados en el interior donde se criarán. Acelerar con calor local puede desincronizar más que ayudar. Si las larvas nacerán a finales de abril, conviene podar moderado en marzo para forzar un segundo impulso de brotes cuando llegue el momento.

Cantidad, frecuencia y señales de que algo falla

El consumo total por larva varía según cepa, manejo y temperatura, pero una guía útil para dimensionar la recolección es la siguiente: hasta la tercera edad, el lote consume muy poco en términos de peso fresco. El gran salto llega en cuarta y quinta. Un centenar de larvas puede pasar de 30 a 50 gramos de hoja al día en tercera edad a 300 a 500 gramos en quinta, y más si la hoja es gruesa y hay que recortar. Es fácil quedarse corto al principio y pasarse en el pico. Observar la velocidad a la que desaparecen las tiras y la claridad del sustrato dice más que cualquier tabla.

Hay señales que invitan a corregir. Heces muy acuosas indican hoja lavada recientemente, lechuga o exceso de humedad ambiental. Larvas agrupadas en esquinas o intentando subir paredes hablan de ración escasa o mala ventilación. Capullos pequeños y flojos sugieren estrés temprano o hoja dura prolongada. Si más del 10 por ciento de la tanda no avanza de tamaño durante más de 48 horas fuera de muda, revisar de inmediato alimento y ambiente.

Beneficios y límites de criar con hoja de morera propia

Entre los beneficios de los gusanos de seda para quien dispone de una morera en patio o acceso a árboles públicos, sobresale el control. Saber de dónde sale cada hoja y qué tratamiento ha recibido evita pesticidas indeseados y hojas contaminadas por tráfico o perros. Además, el simple acto de observar brotes, nervaduras y respuesta a riego educa el ojo y mejora la crianza. En talleres escolares, conectar la hoja con el capullo convierte una lección abstracta en una cadena tangible.

image

Los límites provienen del tiempo y la estacionalidad. Un árbol joven no sostiene tandas grandes. De un ejemplar de cinco años bien cuidado se pueden cortar, sin dañarlo, de 1 a 3 kilos de hoja a la semana en primavera. Eso sirve para 200 a 400 larvas en pico si se gestiona con tiento. Por encima, toca complementar con más árboles o con pienso. Y si el verano aprieta, habrá semanas flojas.

Un ciclo que también es historia viva

La historia de los gusanos de seda está unida a la morera. Donde hubo ruta de la seda, hubo plantaciones. En España, quedan alineaciones de moreras en pueblos de Aragón, Valencia, Murcia o Andalucía que testimonian una industria desaparecida a finales del XIX. En algunos patios aún se crían gusanos cada primavera, un rito que pasa de abuelos a nietos. No es nostalgia. Es una lección práctica sobre domesticación, bioeconomía básica y ciclos de la naturaleza. La morera enseña a esperar, a observar y a ajustar. El gusano, a trabajar en silencio y constante.

En mi experiencia, los mejores resultados aparecen cuando se respeta esa pareja. No hay atajos mágicos: hoja fresca, limpia, en la textura correcta, ofrecida con mesura y constancia. Con eso, el resto fluye.

Problemas comunes y soluciones rápidas

    Hojas que se ponen negras o viscosas en la bandeja: retire restos con mayor frecuencia, reduzca la ración, aumente ventilación. Evite hojas lavadas justo antes de ofrecerlas y seque bien. Larvas que no aceptan pienso: mezcle con hoja picada dos o tres tomas, ajuste hidratación del pienso a una pasta moldeable, no líquida. Ofrezca porciones pequeñas distribuidas en varios puntos. Suministro cortado por poda municipal: identifique al menos dos árboles alternativos en barrios distintos, hable con vecinos con moreras particulares, y tenga una reserva de pienso comercial sellado para 7 a 10 días. Hojas muy duras en verano: seleccione brotes laterales jóvenes, riegue el árbol el día previo si es propio, corte más temprano y ofrezca tiras finas. Considere alternar con pienso en una comida al día. Capullos mal formados: revise timing de la última semana. Exceso de manipulación, cambios bruscos de dieta o humedad alta en la bandeja durante quinta edad suelen ser culpables. Asegure refugios secos para hilar.

Una pauta semanal de referencia por edades

No existe una receta única, pero una pauta orientativa evita errores grandes. Para una tanda de 100 larvas y hoja de Morus alba, en hogar con 22 a 25 grados y buena ventilación: primera y segunda edad, tres comidas al día en pequeñas raciones, hoja tierna en tiras finas, limpieza diaria ligera. Tercera edad, dos a tres comidas con incremento notable de cantidad, tiras medianas, limpieza al final del día. Cuarta edad, dos comidas abundantes, hoja más desarrollada si se mantiene blanda, limpieza dos veces al día si hay humedad. Quinta edad, dos comidas generosas durante los primeros tres días, luego reducir a una cuando se observe inquietud y búsqueda de esquinas para hilar. En todo momento, racionar para que el sustrato llegue seco a la siguiente toma.

Esta pauta se adapta, no se impone. Si el lote come con más avidez, se sube; si quedan restos, se baja. El oído ayuda: una bandeja sana suena a masticación ligera y constante. El silencio repentino en hora de comer o el murmullo de pasos sin mordidas pide revisar hoja y ambiente.

Seguridad y sentido común con hojas urbanas

Cortar en arbolado urbano tiene riesgos. Las moreras viarias pueden recibir tratamientos fitosanitarios o pintura de cal en tronco. Preguntar al ayuntamiento por calendarios de poda y tratamientos evita sorpresas. Evitar hojas de árboles en calles con tráfico denso reduce hollín y metales pesados. Las hojas bajas, a la altura de perros, se deben descartar por razones evidentes. Si solo se tiene acceso a esas fuentes, mejor apostar por pienso durante las semanas críticas.

Una práctica útil es la prueba olfativa. La hoja sana de morera huele fresco, con notas verdes claras. Si al estrujar una hoja aparece olor químico, amargo extraño o notas terrosas intensas, es mejor no usarla. Las larvas mismas son jueces severos: si rehúsan una hoja que otras tandas aceptarían, no forzar. Cambie de rama, de árbol o de día.

Cerrar el círculo: del alimento al capullo

La alimentación no es un fin en sí mismo. Conduce al capullo que luego valoramos por tamaño, densidad y color. En términos prácticos, una dieta consistente de morera adecuada deja capullos uniformes y firmes, con rendimiento de hilo superior. Para quienes trabajan con cría de selección o quieren enseñar beneficios de los gusanos de seda más allá de la seda en sí, una buena alimentación también impacta en la tasa de emergencia de mariposas y la fertilidad de los huevos. Una hembra bien alimentada en larva produce puestas más numerosas y con mayor viabilidad.

Quien quiera hilar a mano notará además que la finura del hilo y la facilidad de devanado dependen del estado del capullo. Capullos tensos, con paredes regulares, provienen de larvas que tuvieron acceso a hoja de buena textura en la última semana y a un espacio seco y quieto para hilar. Ofrecer soportes como pequeñas ramitas o cartones plegados, secos y limpios, después de retirar el exceso de hoja en quinta edad, mejora ese tramo final.

image

Al final, criar gusanos de seda es un ejercicio de atención. Qué comen los gusanos de seda no se responde con una palabra, morera, sino con una serie de elecciones diarias sobre cuándo cortar, qué parte servir, cómo conservar, y cuándo ajustar. La morera de primavera no es la misma de agosto, y cada tanda enseña algo. Quien se detiene a mirar la hoja antes de llevarla a la bandeja ya va un paso por delante. Y los gusanos, agradecidos, responden comiendo con ganas, creciendo parejos y regalando capullos que cuentan, en silencio, la historia de una alimentación bien resuelta.